¿Sería descabellado afirmar que Charles
Dickens terminó de escribir su última novela… desde la tumba? Sí, no cabe duda
de que sería descabellado pensar eso, pero aunque muchos no lo crean, eso mismo
se llegó a pensar en el año 1874 cuando un obrero de nombre T. P. James entregó
a una imprenta de Vermont, en Estados Unidos, el final de una novela que
Dickens no pudo ver finalizada por su muerte en 1870. La obra, de género
policiaco, se titulaba El misterio de
Edwin Drood.
T. P. James era un humilde y honrado obrero que
residía en Brattleboro, un pequeño y tranquilo pueblo situado en el Estado de
Vermont. James nunca tuvo una inclinación degustativa ni por la lectura ni por
la escritura, hasta que un buen día de 1872, en vísperas de Navidad, todo
cambió radicalmente. Según su testimonio, empezó a recibir unos extraños
mensajes no sabía de dónde que le obligaban a escribir día y noche. Escribía
largos párrafos en un estado de semitrance; párrafos que para él eran
incomprensibles, pero que supo al poco tiempo después que aquel texto que
estaba captando de forma milagrosa e inexplicable era la continuación de una
novela. Sus sesiones de escritura finalizaron en julio de 1873. Por entonces,
James había terminado de escribir el final de una novela la cual desconocía por
completo.
Un
año después, el obrero entregó el manuscrito a una importante imprenta de
Vermont. Ese manuscrito lo llegaron a estudiar más tarde varios críticos
literarios y especialistas en Dickens. Todos estaban de acuerdo en una cosa:
aquello era la continuación de El
misterio de Edwin Drood, la última novela de Charles Dickens que dejó
inacabada por su fallecimiento. Pero lo que más sorprendió a los críticos y
especialistas es que aquel texto estaba escrito en la misma línea de
pensamiento, de estilo e incluso con las mismas faltas de ortografía que caracterizó
al gran escritor inglés en vida.
Por
supuesto, en aquellos años (incluso ahora) era casi imposible que un caso de
escritura automática dictada desde el “más allá” se tomara en serio, por muy
veraz que pareciera el resultado. El
misterio de Edwin Drood llegó a ser publicada tal y como Dickens la dejó
antes de su muerte. La continuación de la novela que James había escrito nunca
fue agregada al original, siendo tachado como un fraude. Eso sí, a raíz de lo
sucedido hubo algún que otro crítico literario que se atrevió a manifestar con
total seriedad que El misterio de Edwin
Drood se había convertido en El
misterio de Charles Dickens.
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