viernes, 25 de julio de 2008

De aquel niño que soñaba con ser escritor

Es una pregunta típica que se hace a los niños. ¿Tú qué quieres ser de mayor? Esa misma pregunta te la hacían tus padres, tus abuelos, tu profesora o los compañeros de clase en el recreo. Créanme: no era una pregunta nada sencilla. Había tantas cosas a las que uno podía dedicarse que no sabía por cual decidirse. Unos decían que querían ser bomberos o astronautas. Otras querían ser veterinarias o azafatas de vuelo. Y los había también que no sabían aún qué hacer de mayor.
Yo siempre tuve clara esa pregunta. Siempre sabía qué responder. Yo deseaba ser escritor. También tenía otros gustos, como el de ser futbolista o dedicarme a la Informática. Me encantaba y me encanta el fútbol, pero reconozco que no tenía las cualidades adecuadas para jugar a nivel profesional. La Informática siempre me atrajo, aunque tampoco me llenaba del todo. No tanto como escribir cuentos. Y eso sí que me encantaba. Dios, cómo disfrutaba inventándome historias y personajes, jugando con ellos en un mundo diferente creado por la imaginativa mente de un crío.
Hoy día, conservo los cuadernos de cuentos infantiles que escribí cuando tenía nueve años. Ya de pequeño, tuve muy clara mi idea de lo que quería ser en la vida, mi sueño de la niñez. Lo hago resaltar en un trabajo que hice para el colegio, sobre una autobiografía. Yo quiero ser escritor, así rezaba la frase en uno de los folios.
Los sueños y aspiraciones de uno o una están para luchar por ellos y poder verlos hecho realidad, por muy complicados que sean. Lo importante es que nunca bajes los brazos. Que no te relajes lo más mínimo. Que no te despistes del camino que deseas tomar. Porque muchos se quedan cansados en la mitad de ese camino, perdidos en la nada, sin saber qué hacer y adónde ir.
Mi mentalidad y mi rumbo no han variado desde que tenía nueve años. Yo quiero ser escritor. Y sigo pensándolo y diciéndolo en voz alta. ¡Quiero ser escritor! Sé que el camino es largo y difícil, y está lleno de obstáculos, pero mientras me acompañen las fuerzas, las ilusiones y, sobre todo, ese niño de nueve años que hay en mí, seguiré caminando con firmeza hacia delante.

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