Desde la aparición de Internet, muchos se han convertido en cierta medida en escritores sin que fuera esta su vocación. Hay gente que escribe en un blog, en foros, en un chat, correos electrónicos, en el messenger, el tuenti o el facebook, sin que necesariamente el escribir sea su profesión o su gran pasión.
Y la verdad es que por esta red internauta, mediante el chat, he conocido a varios de esos escritores. Mejor dicho, a varias escritoras, porque en general cuando chateo con alguien siempre suele ser con una chica (cosas de la testosterona).
Los otros escritores de los que hablo son aquellos que escriben para poder desahogarse de sus problemas, de su tristeza, de su dolor. Son escritores que se encierran en pequeñas y oscuras habitaciones y que en un papel manchado de tinta y lágrimas dejan impregnados sus malos recuerdos, aquellos que desean que se vayan para siempre cuando el papel termine en el fondo de una papelera, no sin antes pasar por el consuelo de la pantalla de un ordenador.
Son historias que me han emocionado. Y son muchas las que he podido conocer y las que recuerdo aún con el paso del tiempo. Recuerdo la de Manoli, quien escribía sobre los malos tratos que sufrió por su marido, y de su hija, cuya custodia fue dada al maltratador de su ex pareja. Gracias a una buena amiga, consiguió evitar el suicidio.
María escribía de la traición que había sufrido a cargo de la que era su mejor amiga, y que separó a ambas por distintos caminos.
El amor era el tema que Cecilia más plasmaba en papel y la palabra que más solía teclear. Rupturas dolorosas, infidelidades, enamorarse de la persona equivocada,…
A Margari, lo que le llevó a escribir fue su color de piel y el rechazo que sentía de los demás. Aunque también escribía por la familia y por el hijo que tenía en tierras colombianas, y a los que llevaba meses sin ver.
Estrella nunca estuvo a gusto con su cuerpo. Con sus kilos de más que la hacían diferente al resto de sus amigas. Lo repetía una y otra vez en los versos de sus poemas que con amabilidad me invitó a leer.
También entre versos escribía Tamara la amargura y la soledad que sufría por la repentina y temprana muerte de su pareja, dejándola en este mundo sola junto a un bebé recién nacido.
Loli, toda una princesa sevillana de triste sonrisa que nunca llegó a estar enamorada del príncipe con el que se casó.
Daniel era y es otro magnífico poeta, además de un magnifico cirujano. Alguna que otra vida se le fue desgraciadamente de sus manos, para ir a parar a sus hojas de papel y a tardes de charlas de café.
Y así, tantos y tantos testimonios conmovedores. Estoy seguro que encontraré a más escritores anónimos vagando por Internet, buscando a gente comprensible con la que hablar y compartir sus escritos; compartir sus penas y fracasos; compartir toda una vida.
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