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En este país, el arte de torear está denominado como su propio nombre indica, un arte, que nació tal como lo conocemos a mediados del siglo XVIII. Denominado como parte de nuestra cultura (dicho así por la ministra Sinde), como la literatura, el cine, la pintura o la música. En cambio para otros, el toreo es un acto aberrante donde se realiza un espectáculo dantesco a costa de la tortura y muerte de un ser vivo, en este caso del toro. Y aquí entra la duda que ha muchos nos ronda por la cabeza.
¿Se puede considerar el toreo un movimiento cultural? ¿Podemos agrupar a toreros como Manolete o Curro Romero con otros personajes cultos e ilustres como Bécquer, Dalí o Manuel de Falla? ¿O se trata de un rito ancestral y primitivo que nunca debería haberse extendido hasta el siglo XXI?
Los lectores de Emcharos 2002 tienen ahora el estoque en la mano para clavarlo en el toro o en la arena, con toda libertad de expresión.

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