Pasajes del terror fue originalmente un espacio radiofónico emitido en España e incluido en el exitoso programa “La Rosa de los Vientos”, que presentaba en Onda Cero el periodista y escritor albaceteño Juan Antonio Cebrián, ya fallecido. En este espacio, que se convirtió en líder de audiencia la noche de los martes, Cebrián retrataba con todo lujo de detalles las atrocidades y horrores cometidos por los asesinos más célebres en la historia de la criminología.
Un año después de su emisión, en 2003, esos mismos relatos de la radio pasaron a ser relatos en papel. Un total de treinta relatos, treinta vidas que a más de uno pondrá el vello de punta y hará que le impida seguir leyendo, intentando alejar de su mente las descripciones de cómo esas personas de apariencia normal y tranquila llegaron a convertirse en auténticos monstruos sanguinarios. Porque, querido lector, todo lo que leerá en las páginas de Pasajes del terror es real. Nada es ficticio.
Real es que Alexander Pearce obtuviera gran placer engullendo carne humana; real es que Fritz Haarmann vendía por las calles de Hannover la carne de las personas que descuartizaba; también es real que Peter Kurten bebía la sangre de sus víctimas; y real es que Albert Fish se autoflagelaba con brutalidad y que Ed Gein tenía amueblada su granja con huesos y piel de hombres y mujeres. Eso sin contar que Chikatilo extraía los ojos de sus presas para que no le mirasen mientras realizaba sus crueldades o que Adolf Luetgart transformó el cuerpo de su esposa en jabón. Y no entro en más detalles por los débiles de estómago.
Entre los dossier, mencionar a psicokillers tan conocidos en nuestra sociedad como Belle Gunnes (la viuda negra), de la que cuyo final nada de supo a ciencia cierta, o Charles Manson y su Familia, autores del asesinato de Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polansky, estando ella embarazada.
Tras su lectura, me quedó clara una cosa: que la infancia vivida por uno puede ser crucial para lo que le vaya a deparar en un futuro no muy lejano. Un futuro que, si no se evita a tiempo y se le pone remedio, puede estar salpicado de sangre y vísceras.
A favor: Las historias aquí presentes harán reflexionar al lector del porqué del salvaje comportamiento de ciertos seres humanos. De cómo alguien puede llegar a ser una máquina de matar. Se agradece que la obra de Cebrián, entre tantos párrafos desagradables, no esté exenta de ironía.
En contra: Es una lástima que no se profundice en todos los casos de asesinos que incluye el libro. También se echa en falta a psicokillers españoles, como por ejemplo Manuel Blanco Romasanta o la Vampira de Barcelona.
La frase: “Grace se sentó en mi regazo y me besó. Entonces decidí comérmela… Qué dulce y tierno era su culito asado al horno”. Albert Fish, el ogro de Nueva York.
Un año después de su emisión, en 2003, esos mismos relatos de la radio pasaron a ser relatos en papel. Un total de treinta relatos, treinta vidas que a más de uno pondrá el vello de punta y hará que le impida seguir leyendo, intentando alejar de su mente las descripciones de cómo esas personas de apariencia normal y tranquila llegaron a convertirse en auténticos monstruos sanguinarios. Porque, querido lector, todo lo que leerá en las páginas de Pasajes del terror es real. Nada es ficticio.
Real es que Alexander Pearce obtuviera gran placer engullendo carne humana; real es que Fritz Haarmann vendía por las calles de Hannover la carne de las personas que descuartizaba; también es real que Peter Kurten bebía la sangre de sus víctimas; y real es que Albert Fish se autoflagelaba con brutalidad y que Ed Gein tenía amueblada su granja con huesos y piel de hombres y mujeres. Eso sin contar que Chikatilo extraía los ojos de sus presas para que no le mirasen mientras realizaba sus crueldades o que Adolf Luetgart transformó el cuerpo de su esposa en jabón. Y no entro en más detalles por los débiles de estómago.
Entre los dossier, mencionar a psicokillers tan conocidos en nuestra sociedad como Belle Gunnes (la viuda negra), de la que cuyo final nada de supo a ciencia cierta, o Charles Manson y su Familia, autores del asesinato de Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polansky, estando ella embarazada.
Tras su lectura, me quedó clara una cosa: que la infancia vivida por uno puede ser crucial para lo que le vaya a deparar en un futuro no muy lejano. Un futuro que, si no se evita a tiempo y se le pone remedio, puede estar salpicado de sangre y vísceras.
A favor: Las historias aquí presentes harán reflexionar al lector del porqué del salvaje comportamiento de ciertos seres humanos. De cómo alguien puede llegar a ser una máquina de matar. Se agradece que la obra de Cebrián, entre tantos párrafos desagradables, no esté exenta de ironía.
En contra: Es una lástima que no se profundice en todos los casos de asesinos que incluye el libro. También se echa en falta a psicokillers españoles, como por ejemplo Manuel Blanco Romasanta o la Vampira de Barcelona.
La frase: “Grace se sentó en mi regazo y me besó. Entonces decidí comérmela… Qué dulce y tierno era su culito asado al horno”. Albert Fish, el ogro de Nueva York.
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