Como nos pasa a muchos… Yo también tengo un ser diminuto sentando a cada lado de mis hombros. Un ser blanco; el otro rojo. Uno lleva alas; el otro es un cornudo. Uno con cara angelical; el otro, cara endemoniada. Uno me da buenos consejos, con voz melodiosa; el otro me grita hasta dejarme sordo, pinchándome con un tridente en mi cuello para que le obedezca.
¿Qué hacer? En lo que a mí respecta, siempre he hecho más caso al ángel que al demonio. Soy de esos buenorros que a veces parezco hasta tonto. Y no digo esto para venderme bien en mi blog. Es la pura realidad. Soy bueno y a veces (muchas) soy tonto.
En lo que a mis escritos se refiere, he tenido un gran acercamiento a la Luz y a las Tinieblas. Con Cuentos de Semana Santa, escribía a la vera de Cristo crucificado, teniendo al otro lado a María Santísima de los Dolores en su Soledad. Con las Historias de la mansión de Cruell, he coqueteado con el mismísimo Diablo y sus abrasantes infiernos. He hecho dudar a mucha gente de que si escribo en el nombre de Dios o llevo tatuada en mi piel la firma de Satán.
Tengo la iniciativa de pedirte las cosas “por favor”, pero me canso ya de seguir siendo un buenorro. Estoy harto de seguir haciendo el tonto. Y no voy a pedirte más las cosas “por favor”, vas a dármelas porque sí, porque las necesito ¡¡¡YA!!! No voy a dar más buenos días, buenas tardes ni buenas noches. Voy a pasar de la gente como la gente pasa de mí por las calles. Si estoy mal con la garganta, eso no va a impedir que me tome un buen helado de vainilla. Hasta puede hacer que me cure más que una mierda de pastilla que te deja grogui.
Después cogeré tu coche, ese mismo Seat Ibiza con el que me has enseñado a dar un par de clases prácticas de conducción. ¿Qué no te fías? Son menos fiables los que conducen con carnet, con la tranquilidad plasmada en sus rostros de que nunca les pasará nada, vayan como vayan.
Iré a tu casa, pero ¡¡BASTA!! de entrar por la puerta y preguntarle a tu padre si vas a poder salir a dar un paseo. Treparé hasta tu balcón, entraré sin permiso en tu dormitorio y en tu cama te demostraré al demonio que llevo dentro.
Cuando termine, me marcharé con los amigos a beber whisky barato como un cosaco y a potar desde lo alto de un puente, llevándose mis vómitos un tren de cercanías que se despide de mi borrachera bajo mis pies.
Una vez que llegue a casa, a las 7 de la mañana, no pienso acostarme ni ponerme a escribir ni ver a los cuatro gilipollas de turno que salen en la tele. Me subiré al tejado como los gatos, encenderé un cigarrillo mientras sale el sol y le maullaré al Astro Rey de que en esta vida, o te conviertes en una persona con cierta maldad, o te tomarán por tonto durante toda tu existencia. Eso sí, compadre Lorenzo, tú no me seas ya malo del todo que estamos aún en abril, y vaya si se nota tu sofocante malicia…
¿Qué hacer? En lo que a mí respecta, siempre he hecho más caso al ángel que al demonio. Soy de esos buenorros que a veces parezco hasta tonto. Y no digo esto para venderme bien en mi blog. Es la pura realidad. Soy bueno y a veces (muchas) soy tonto.
En lo que a mis escritos se refiere, he tenido un gran acercamiento a la Luz y a las Tinieblas. Con Cuentos de Semana Santa, escribía a la vera de Cristo crucificado, teniendo al otro lado a María Santísima de los Dolores en su Soledad. Con las Historias de la mansión de Cruell, he coqueteado con el mismísimo Diablo y sus abrasantes infiernos. He hecho dudar a mucha gente de que si escribo en el nombre de Dios o llevo tatuada en mi piel la firma de Satán.
Tengo la iniciativa de pedirte las cosas “por favor”, pero me canso ya de seguir siendo un buenorro. Estoy harto de seguir haciendo el tonto. Y no voy a pedirte más las cosas “por favor”, vas a dármelas porque sí, porque las necesito ¡¡¡YA!!! No voy a dar más buenos días, buenas tardes ni buenas noches. Voy a pasar de la gente como la gente pasa de mí por las calles. Si estoy mal con la garganta, eso no va a impedir que me tome un buen helado de vainilla. Hasta puede hacer que me cure más que una mierda de pastilla que te deja grogui.
Después cogeré tu coche, ese mismo Seat Ibiza con el que me has enseñado a dar un par de clases prácticas de conducción. ¿Qué no te fías? Son menos fiables los que conducen con carnet, con la tranquilidad plasmada en sus rostros de que nunca les pasará nada, vayan como vayan.
Iré a tu casa, pero ¡¡BASTA!! de entrar por la puerta y preguntarle a tu padre si vas a poder salir a dar un paseo. Treparé hasta tu balcón, entraré sin permiso en tu dormitorio y en tu cama te demostraré al demonio que llevo dentro.
Cuando termine, me marcharé con los amigos a beber whisky barato como un cosaco y a potar desde lo alto de un puente, llevándose mis vómitos un tren de cercanías que se despide de mi borrachera bajo mis pies.
Una vez que llegue a casa, a las 7 de la mañana, no pienso acostarme ni ponerme a escribir ni ver a los cuatro gilipollas de turno que salen en la tele. Me subiré al tejado como los gatos, encenderé un cigarrillo mientras sale el sol y le maullaré al Astro Rey de que en esta vida, o te conviertes en una persona con cierta maldad, o te tomarán por tonto durante toda tu existencia. Eso sí, compadre Lorenzo, tú no me seas ya malo del todo que estamos aún en abril, y vaya si se nota tu sofocante malicia…
1 comentario:
¿ángel o demonio?, demonio puro y duro! que esa es la clase de tíos que les gusta a la mujeres. Dímelo a mí, que todavía estoy colgada del que entró por mi balcón.
Un saludo angelico.
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