Todos
conocemos de sobra la emotiva y tierna historia de La Bella y la Bestia. La conocimos por primera vez con la versión
animada que Disney estrenó en 1991. Un éxito sin precedentes de público y
crítica para una peli de dibujos animados, que llegó a ser la primera en su
género en ser nominada al Óscar a la Mejor Película.
Veintiséis
años después, La Bella y la Bestia vuelve
a dar mucho que hablar, con el remake de su antecesora del 91, pero esta vez
utilizando actores reales. Otro éxito para la buchaca. Y es que la película
protagonizada por Emma Watson se ha convertido en la más taquillera de todo el
globo terráqueo en lo que llevamos de año.En España, en sólo diez días ya ha
atraído a más de dos millones de espectadores a las salas de cine.
Sí,
mucho se ha hablado (y siempre para bien) de las películas de La Bella y la Bestia, muchos elogios
recibidos, mucha gente encantada con ellas, canciones que todos hemos
tarareado, muchos muñecos, muchas tazas, muchas camisetas vendidas,… Pero muy,
muy, muy poco se ha hablado de sus verdaderos orígenes.
Porque
La Bella y la Bestia no nació en
Disneyland de la mano de Mickey Mouse, no señores. Ese honor hay que
otorgárselo a la pluma de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de
Villeneuve. Fue esta autora de cuentos la primera en dar a conocer al mundo la
mágica historia de Bella y Bestia, con la publicación de la obra en el año
1740. Y es ella la que también se merece los aplausos, los elogios, las buenas
críticas. Porque la belleza artística no sólo se plasma
en imágenes. También se plasma con la palabra escrita y merece ser reconocida
por todos.
Desde
Emcharos 2002, aquí va este artículo en reconocimiento a la creadora de la
afamada La Bella y la Bestia; en
reconocimiento a la compañera Gabrielle, quien hizo nacer una ilusión que nos
ha hecho temblar de emoción durante años y años.
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