Charly observó asustado cómo el presentador del programa que
aparecía en el televisor comenzó a expulsar sangre por la boca a la vez que explicaba
las reglas de un juego.
- Otra vez no…
Charly se levantó de súbito del sofá, más nervioso si cabe cuando
vio que las paredes blancas del salón eran surcadas por pequeños ríos de sangre
que desembocaban en charcos en el suelo, unos charcos que poco a poco iban
aumentando de tamaño.
- ¡Otra vez no!
El techo, también blanco, cambió al completo de rojo, el mismo
rojo que pintaba ahora las paredes. La lámpara colgada del techo y que
iluminaba el salón con una luz clara, empezó a cambiar de iluminación; la
bombilla emitió unos destellos rojizos mientras que su interior se iba llenando
de sangre, para que los destellos dejaran paso a una iluminación roja que
inundaba toda la estancia, incluyendo al aterrado Charly.
- ¡Basta, basta! ¡Parad ya! ¡Dejadme en paz de una maldita vez!
En un cuadro que reposaba en una mesa, unos jóvenes sonreían con
sus dientes manchados de sangre. En un rincón, un florero rebosaba y salpicaba
sangre a las rosas amarillas que contenía. Las agujas del reloj de pulsera de
Charly marcaban una hora… una hora marcada con sangre.
Charly huyó rápidamente del salón y se encerró en el baño. Allí
dentro, la luz estaba encendida, se respiraba tranquilidad, y su nuevo
compañero de piso se miraba al espejo mientras se peinaba y escuchaba a Little
Richard en un aparato de radio. Allí estuvo a salvo; su compañero de piso
estuvo también a salvo… hasta que éste cometió el gravísimo error de abrir el
grifo del lavabo. El agua que salía del grifo enseguida se convirtió en sangre;
los ojos coléricos de Charly se inyectaron en sangre; y la bañera se fue
llenando una vez más, gota a gota, con la sangre que brotaba del cuello
degollado de su compañero de piso.
Relato
de Emcharos presentado en el XI Certamen Internacional de Microcuento
Fantástico miNatura 2013.
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