jueves, 27 de mayo de 2010

El padre perfecto (2ª Parte)

Empezó a informarse en las distintas clínicas de fertilización, necesitaba urgente un donante que reuniera todo lo que ella deseaba para ser el padre perfecto, genéticamente por supuesto, porque el niño crecería sin un padre físico.
¿Afectaría eso para su desarrollo emocional? No, no. ¿Y cuando el niño creciera y le preguntara quién era su padre? ¿Le contaría qué había sido fecundada en una clínica porque era incapaz de olvidar a un novio que tuvo hacía más de veinte años? O simplemente, podría decirle la verdad: que había decidido ser madre a los cuarenta y no tenía tiempo para perderlo buscando un padre perfecto.
Desesperada en su afán por encontrarlo, puesto que ningún donante era lo suficientemente bueno para ella, optó por lo último que hubiera pensado que haría, localizar a su antiguo novio. No le fue difícil encontrar su dirección y aunque también consiguió su número de teléfono fue incapaz de llamarlo y oír su voz al cabo de tanto tiempo. Sin embargo, redactó una carta, explicándole el motivo por el cual se ponía en contacto con él, entendiendo si se negara dadas las circunstancias. Si estaba de acuerdo en ser el padre de su futuro hijo, lo esperaría dentro de dos semanas en la clínica, el día señalado, para que entregara su semen, era el momento adecuado.
Habían pasado varios días y estaba muy nerviosa, ni siquiera sabía si él lo aceptaría o simplemente no se presentaría a la cita, lo que querría decir sin duda que no aceptaba tan extraña petición.
Ya salía de la sala de autopsias cuando tuvo que volverse. Acaba de entrar un cadáver, varón, cuarenta y un años, había sido atropellado. Volvió a colocarse los guantes de látex para echar un vistazo antes de irse. Bajó la cremallera y entonces lo reconoció. Sus manos temblorosas acariciaron su cara por última vez, después de tanto tiempo, todavía recordaba la suavidad de sus labios pero ya no eran cálidos y húmedos cuando los besó. Acarició su cuerpo desnudo como había hecho tantas veces en el asiento trasero del coche de su padre y se abrazó a él llorando.
Y llegó el día previsto, aquella mañana ella no tuvo fuerzas para llamar a la clínica y anular su cita. Se sobresaltó al oír el teléfono y estuvo a punto de no contestar cuando vio que eran ellos los que llamaban, pero más tarde o más temprano tendría que ir a contar lo sucedido. La enfermera le recriminó que llevaban más de una hora esperándola y que ya estaba todo preparado, que tenían la donación de semen desde hacía una semana y que además el donante dejó una carta para ella, porque no iba a poder ir el día de la cita ya que tenía otros compromisos.
– Por cierto- dijo la enfermera- Disculpa que no pueda darte la carta, no sé donde la puse, aquel día hubo un atropello en la puerta y se armó un revuelo, debí guardarla en algún sitio, pero no te preocupes que la encontraré.
Dejó caer el teléfono y se marchó rápidamente. Sonreía mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
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