martes, 5 de febrero de 2013

Onofre, ese viejo maldito (2ª Parte)

 
        Dichos y hechos que nacen en la voz, la memoria y el corazón del anciano Onofre, personaje protagonista de la novela de Emcharos “Yo fui un maldito” (Ed. Bubok).
 
 
 
“El cura me estaba confesando, así lo entendí. Se sucedía una pregunta tras otra, como en un concurso de televisión. Llévese un BMW por responder a todas las preguntas. Yo intentaba responderlas de la mejor manera, por lo menos para satisfacer al Padre. A pesar de que se me escapara alguna mentirijilla piadosa (dije que sí rezaba antes de dormir, pero la respuesta verdadera era no). No me molesté en absoluto por mentirle. Tanto ha él le daba igual si decía o no la verdad, como a mí. No por eso, pensé que iba a ser castigado por el de arriba. Ni tampoco me imaginé que me regalarían un BMW por decir siempre la verdad y nada más que la verdad.”
 
 
“Una sombra alargada se extiende hacia una de esas puertas a las que llamaba. Dejo de dar golpes en ella. Los murmullos se escuchan ahora más altos. Ahora sí puedo oírlos. Dicen: estás maldecido, estás maldecido. Repitiéndolo una y otra vez con más intensidad. Estás maldecido. Doy media vuelta con lentitud y miedo, y la sombra se aproxima a mí, invadiéndome por completo.”
 
 
“Me dijo te quiero… Le pregunté nervioso qué había sido lo que más le había gustado de mí, si es que había algo. Ella contestó sonriente que lo que más le había gustado era mi forma de hacer el ridículo.”
 
 
“Pasa algo parecido cuando tienes siete años, donde eres un pájaro pequeño pero con las alas muy grandes, que quiere conocer nuevos territorios y paisajes, explorar qué se esconde debajo de tu cama o en el desván. Después llega la etapa de los quince, en la que alguien interrumpe con fuerza en tu realidad, la mujer, y sientes casi sin quererlo cómo algo dentro de ti se endurece como una roca. A los veinticinco, lo que más te importa es formar tu propia familia, tener una esposa joven y guapa y dos hijos como soles que no se harten de decirte papá día tras día. Con sesenta años, piensas que estás en el final del camino. Tus hijos hace tiempo que te dejaron, formando cada uno su propia familia. Los nietos te piden dinero para golosinas, y las canas te dan los buenos días mientras te miras al espejo cada mañana. La última etapa llega a partir de los ochenta. La que me tocaba vivir ahora.”   
 
 

No hay comentarios: