jueves, 10 de mayo de 2012

La novela “post mortem” de Dickens



               ¿Sería descabellado afirmar que Charles Dickens terminó de escribir su última novela… desde la tumba? Sí, no cabe duda de que sería descabellado pensar eso, pero aunque muchos no lo crean, eso mismo se llegó a pensar en el año 1874 cuando un obrero de nombre T. P. James entregó a una imprenta de Vermont, en Estados Unidos, el final de una novela que Dickens no pudo ver finalizada por su muerte en 1870. La obra, de género policiaco, se titulaba El misterio de Edwin Drood.


            T. P. James era un humilde y honrado obrero que residía en Brattleboro, un pequeño y tranquilo pueblo situado en el Estado de Vermont. James nunca tuvo una inclinación degustativa ni por la lectura ni por la escritura, hasta que un buen día de 1872, en vísperas de Navidad, todo cambió radicalmente. Según su testimonio, empezó a recibir unos extraños mensajes no sabía de dónde que le obligaban a escribir día y noche. Escribía largos párrafos en un estado de semitrance; párrafos que para él eran incomprensibles, pero que supo al poco tiempo después que aquel texto que estaba captando de forma milagrosa e inexplicable era la continuación de una novela. Sus sesiones de escritura finalizaron en julio de 1873. Por entonces, James había terminado de escribir el final de una novela la cual desconocía por completo.


            Un año después, el obrero entregó el manuscrito a una importante imprenta de Vermont. Ese manuscrito lo llegaron a estudiar más tarde varios críticos literarios y especialistas en Dickens. Todos estaban de acuerdo en una cosa: aquello era la continuación de El misterio de Edwin Drood, la última novela de Charles Dickens que dejó inacabada por su fallecimiento. Pero lo que más sorprendió a los críticos y especialistas es que aquel texto estaba escrito en la misma línea de pensamiento, de estilo e incluso con las mismas faltas de ortografía que caracterizó al gran escritor inglés en vida.


            Por supuesto, en aquellos años (incluso ahora) era casi imposible que un caso de escritura automática dictada desde el “más allá” se tomara en serio, por muy veraz que pareciera el resultado. El misterio de Edwin Drood llegó a ser publicada tal y como Dickens la dejó antes de su muerte. La continuación de la novela que James había escrito nunca fue agregada al original, siendo tachado como un fraude. Eso sí, a raíz de lo sucedido hubo algún que otro crítico literario que se atrevió a manifestar con total seriedad que El misterio de Edwin Drood se había convertido en El misterio de Charles Dickens.


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