jueves, 16 de febrero de 2012

Los vicios confesables e inconfesables del escritor

Es muy popular entre la gente esa leyenda urbana de que nosotros los escritores solemos tener algún vicio privado o público que nos ayuda a la hora de escribir. No es quizás una leyenda urbana, ya que posiblemente tenga gran parte de verdad, aunque no podemos sumar a todos los escritores en el mismo grupo. Los habrá con y sin vicios, al igual que hay personas a las que les guste y no les guste el chocolate.

Uno de esos vicios es el café, por lo que el escritor, antes de hacerse escritor y antes de comprarse un ordenador para escribir, se compra una buena cafetera que le permita estar bien despierto y espabilado para cuando su musa literaria venga a visitarlo.

A otros les da por el tabaco. Fuman y fuman sin parar, un cigarro tras otro, o de dos en dos cuando tienen mucha prisa por escribir, esperando ansiosos a que el humo del cigarro les muestre una interesante historia para narrar.

Lo de dar vueltas por las calles de tu pueblo o barrio es otro vicio en el que suele caer más de un autor. Estás con un escrito, y de repente te entra la vena de irte a dar un paseo para despejarte y pensar a la vez. Vuelves a tu estudio, te pones a escribir y después de un rato vuelves a las andadas, como si fueras un sereno. Y ese paseo es siempre a pie. Nunca en coche, moto o bici.

El alcohol… De los vicios que más se lleva entre los escritores. Son muchos los que no se sienten novelistas o poetas sin una jarra de cerveza o una copa de vino o de whisky en la mano. Se suele utilizar como ceremonia de clausura en un libro, pero la verdad es que el alcohol también se utiliza en la inauguración y durante el trabajo que se va realizando.

El sexo lo podríamos considerar, además de un vicio, como un desahogo. Conocí a un compañero y amigo escritor que hasta que no echaba un polvo con la primera amiga que se le presentara (al no tener pareja, iba de flor en flor, a veces con previo pago) no podía relajarse ni centrarse para poder escribir en buenas condiciones.

También están a los que les da por hablar solos. Que si el comienzo de la historia la podría cambiar por esto, que si este personaje no me termina de convencer, que si debería añadir más diálogos… De este vicio quizás venga el apelativo que se les atribuye a algunos escritores de “estar como una regadera”.

La marihuana y la cocaína, esto último además de un vicio es un serio peligro para nuestra salud física y mental, también tienen su fama en el mundo literario. Más de una vez un lector nos hace la clásica pregunta de: Tío, ¿qué te has metido para escribir esto? O ¿Qué te has fumado?

¿Es eso lo que quisierais preguntarme a mí? ¿Qué fumo para escribir mis historias? ¿Qué me meto? ¿Qué bebo? ¿Cuántos cafés me tomo o cuántos polvos hecho? Pues siento no ofrecer titulares a la prensa rosa, pero ni fumo nada, ni me meto nada, y de sexo estoy últimamente cortito. Y lo de si bebo o no ya os lo desvelaré otro día, que ahora me voy corriendo que me están esperando los amigos en un bar que se inaugura hoy… ¡¡¡con cerveza gratis!!! ¡¡Yujuuuu!!


No hay comentarios: