miércoles, 23 de marzo de 2011

La zurda de diamantes

Me encanta el fútbol. Lo he vivido desde pequeño, gracias sobre todo a mi padre. Futbolero y sevillista, también como mi padre. Recuerdo aún cuando de pequeño me llevó a la Feria de mi pueblo para ver nada más y nada menos que a Rinat Dassaev, por entonces portero ruso del Sevilla y uno de mis primeros ídolos del deporte rey.

En los años que llevo siguiendo al Sevilla he vivido de todo un poco: clasificaciones europeas, descensos a Segunda, grandes títulos nacionales e internacionales, el centenario, el fichaje de Maradona, la Champions League,… y sobre todo, de lo que más me acuerdo y que siempre me acordaré mientras viva, es de aquel chaval que con su golazo en el Sánchez Pizjuán un jueves de Feria de Sevilla nos llevaba a la primera final europea. Antonio Puerta, la zurda de diamantes.

Os confieso que nunca he llorado a lágrima viva por mi equipo ni por nada relacionado con el fútbol. Ni con las dos UEFAS consecutivas, ni por la Supercopa de Europa, las dos Copas del Rey o la Supercopa de España. Nunca lloré de emoción y alegría por esos títulos ganados por mi equipo… hasta ese momento que jamás olvidaré mientras la memoria no me falle: cuando el cuerpo sin vida de Puerta llegaba aquella noche de agosto de 2007 a su santuario de Nervión, siendo aclamado por miles de amigos y desconocidos, sevillistas y béticos, ancianos y niños,…

Esa sería la última vez que Antonio Puerta llegó junto a sus compañeros de equipo al estadio que le vio nacer como futbolista; que le vio nacer como ídolo, como internacional español y que le vio hacer historia con su gol al Schalke alemán. Aquella aciaga noche de agosto, lloramos todos en mi casa. Mi padre, mi madre,… Para ellos era como si se les fuera un hijo. Para mí, como si se me fuera un hermano.

El fútbol es espectáculo, diversión, tensión, explosión de júbilo y goles. Pero también el fútbol puede ser egoísta e injusto, llevándose antes de tiempo a los mejores para su ligar particular. Antonio no pudo colgar las botas antes de marcharse a esa liga de estrellas que brillan en la constelación futbolística. Eso sí, su estrella brilla más que ninguna otra en el cielo de Nervión, en ese tercer anillo donde cada fin de semana, junto a otros miles de sevillistas (tú también estás ahí, abuelo) arropan al club de sus amores, con sus camisetas blancas y rojas, sus bufandas agitadas al aire y sus cánticos que se escuchan con el corazón y que retumban en cada rincón del estadio hasta hacerlo estremecer. Y por encima de todas esas estrellas, una muy especial, una estrella que lleva inscrito el número 16, y que brilla tanto, tanto, como un preciado diamante pulido entre nubes blancas y un cielo rojo pasión.

1 comentario:

Raul_Sater dijo...

Me ha encantado este apartado sobre la Zurda de diamantes, yo igual como sevillista ke soy lo llevo en el corazon desde ke nací al igual ke toda mi familia, tanto tios, primos, padre, hermanos y abuelos, tb tengo muxos muy bonitos recuerdo de pekeño cuando me llebava mi padre a ver en los entrenamientos y al Estadio a ver mi idolo jugar Davor Suker, Tsarta,.. y x supuesto ver a Maradona.. uf viviendo momentos wenos y malos y miles de gloriosas victorias y finales