jueves, 8 de julio de 2010

Yo fui un maldito: Texto 3

Corría por las calles tan rápido como podía. Sin dejar de mirar hacia atrás. Hacia delante. Mirando en todas direcciones.
Era de noche, y en el pueblo, misteriosas sombras me rodeaban y danzaban como si fueran cazadores jugando con su presa. En principio, no veía ha nadie más. Pero sabía que allí había alguien. Notaba cómo ese alguien me observaba con atención, sin quitar su aterradora mirada de mis pasos.
Yo intentaba abrir una a una las puertas cerradas de cada casa del pueblo. Intentaba entrar en una de ellas y esconderme, protegerme de lo que fuera. Pero no había manera de que cedieran. Estaban bien cerradas. Muy bien cerradas para que un niño como yo pudiera derribarlas. Oía algo tras las puertas a las que me acercaba. Eran como murmullos de gente, siendo imposible saber qué decían. Golpeaba fuerte con los puños todas las puertas, rogando para que me abrieran. Nadie me hacía caso. De pronto, siento esa presencia más cerca de mí.
Una sombra alargada se extiende hacia una de esas puertas a las que llamaba. Dejo de dar golpes en ella. Los murmullos se escuchan ahora más altos. Ahora sí puedo oírlos. Dicen: “estás maldecido, estás maldecido”. Repitiéndolo una y otra vez con más intensidad. “Estás maldecido”. Doy media vuelta con lentitud y miedo, y la sombra se aproxima a mí, invadiéndome por completo.
La anciana bruja vestida de negro. Pero ya no está encorvada. Es demasiado grande para ser en realidad una anciana. Es como un monstruo. Me doy cuenta que en vez de manos arrugadas, tiene unas enormes garras, con uñas tan afiladas como cuchillas. Y en su cara, unos ojos rojos, como encharcados en sangre, me miran furiosos. Me encuentro acorralado, sin escapatoria. Estoy entre la puerta cerrada y la anciana. Entre la única salida y el monstruo.

Yo fui un maldito
Emcharos
Editorial Bubok
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http://www.bubok.com/libros/2248/Yo-fui-un-maldito

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