miércoles, 14 de julio de 2010

Tiempos de lucha

Corren tiempos de lucha. Tiempos de guerra. Tiempos de batallas.
Tiempos en los que hay que afilar las uñas, apretar los dientes y cerrar los puños.
Tiempos de empuñar la espada de la concordia y danzar con ella entre ráfagas desafinadas de aire contaminado; tiempos de resguardarse bajo un escudo protector que detenga los golpes y envestidas del enemigo.
Tiempos para vestirnos como guerreros y guerreras, siempre buscando la sed de la victoria que sacie nuestra alma combativa.
Tiempos para pelear por la comida que deseamos llevarnos a la boca; por la ropa que nos queremos poner; por los zapatos cuyas suelas queremos gastar.
Tiempos para no conceder ninguna tregua; para no rendirse jamás; para morir de pie antes que vivir arrodillado.
Tiempos para defender nuestras ideas y pensamientos; para alzar la bandera del rumano y la del homosexual; la bandera del pobre y la del enfermo.
Tiempos para no callarse ni una; para gritar en contra de injusticias y de desórdenes; de levantar las manos para que uno se haga ver, para que uno se haga notar entre tanta confusión.
Tiempos para leer lo prohibido; para oír la música que nos guíe por el camino correcto; para contemplar la película cuyo mensaje nos haga comprender que la guerra todavía no está perdida. ¡Que aún hay esperanza!
Corren tiempos para que nos volvamos locos de remate; para flipar en colores sin necesidad de que consumamos ningún tipo de droga; para llegar al éxtasis sin que tengas que hacer el amor con la mujer o el hombre de tus sueños.
Tiempos para vociferar palabrotas y cagarse en todo lo cagable, mearse en todo lo meable y vomitar encima de todo lo vomitivo, que no es poco.
Tiempos para reflexionar, pero sin que nos tomen por tontos; para poner la oreja pero sin que tengamos que oír más cuentos; para que nos hablen pero sin tener que hacer que más de uno se trague su propia lengua.
Hay que estar alerta. En posición de combate. Con los cinco sentidos activados. Y el que no lo esté será carne de cañón. En estos tiempos de lucha, sólo ganará el más fuerte. Que la suerte te acompañe, guerrero. El campo de batalla te está esperando. La sangre llama a la sangre. La muerte llama a la vida… o no. Todo es cuestión de sobrevivir ante las adversidades. La guerra es larga… Da igual. Después, el triunfo tendrá un mejor sabor. El sabor de la perseverancia, de la valentía y del honor. Así tu nombre jamás será borrado de los libros de caballería, y serás recordado para los restos de la historia como un Quijote más que derrotó a toda una legión de feroces gigantes disfrazados de molinos de viento.

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