viernes, 29 de mayo de 2009

Diario 1: Verde desesperanza

“Y paseamos juntos al atardecer, hablando de nuestras cosas, de nuestras vidas, hasta que el sol se fue, escondiendo su sonrojada cara, y dos luceros quedaron a su vez, iluminando del mismo color, una eterna noche clara. Verdes… Verdes…”
No hace mucho que escribí y publiqué en este blog los versos anteriores, dedicados con todo mi cariño a una chica que había conocido una tarde de domingo. Me dijo que le encantaría que alguien pudiera escribir algo sobre su vida. La vida de uno da para muchas páginas, así que pensé mejor que podía escribirle sobre la tarde que nos conocimos, aquí en Internet.
¿Qué me llamó la atención de ella? En primer lugar el mensaje que rezaba en su perfil: busco a alguien que no le dé importancia al físico. Yo siempre he apostado más por la persona que por su cuerpo. Son las personas las que hablan, sienten, enamoran,… Los cuerpos, sin llegar a conocer a la persona que lo habita, están para lo que están. Poco más tengo que añadir.
Lo segundo que me dejó prendando de Dessy, así se llama la chica, fue su mirada. Los ojos verdes siempre han sido un reclamo para mí. Y para quién no, pensará más de uno y más de una. Pero sí, me encantó su mirada.
No miento si afirmo que estuve un mes viviendo en una nube. No sé si la droga más fuerte producirá los mismos efectos, pero esa niña para mí era lo más parecido a una droga. Cada día que pasaba con ella me tenía más enganchado que la vez anterior. No sé si era por verla tan presente en la WebCam, con su fascinante mirada, su contagiosa sonrisa y sus palabras que me llevaban al éxtasis más placentero. ¿Es posible que yo pudiera estar enamorándome de verdad? ¿No estaba soñando? ¿No era una pesadilla?
No, lo reconozco. Todo lo que estaba y me estaba pasando era real. Esa chica tenía un no sé qué que me tenía loco.
Quedamos en persona más de una vez. Fueron cuatro días maravillosos. No, no hubo tema, si es lo que os preguntáis. Pero ¿qué más da? Cuando estás con alguien que quieres, a su lado, contemplando el horizonte con un fondo de palabras y silencios,… ¿hace falta algo más? Al menos, para mí no. Ya lo tenía todo.
Después de que la viera por última vez, pasaron cosas desagradables, según por lo que me contó ella. Su ex, con el que había convivido seis o siete años con más guerras que paz, le había pegado. Le había vuelto a pegar, mejor dicho. A partir de ahí, nuestra bonita relación se derrumbó como un castillo de naipes. Llegaron las discusiones, los enfados incomprensibles, los días sin hablarnos,… Todo cambió, y no precisamente para bien. Lo pasé mal, muy mal en esos días, ya hoy superados afortunadamente.
En estos momentos, nuestra amistad se reduce a la nada. Las fascinantes miradas, las contagiosas sonrisas y las dulces palabras se quedaron atrás, en el recuerdo. La chica que conocí una tarde de domingo no volvió a aparecer. Se fue no sé adonde, sin ni siquiera despedirse.
En fin, que he sido un fracasado con las chicas. Dessy no fue la primera ciberchica que conocí por aquí. Hubo otras antes, pero el resultado, más o menos, fue el mismo de decepcionante. Eso sí, lo mejor (la mejor) vino después de Dessy. Toco madera para que el resultado esta vez sea más gratificador.

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