miércoles, 11 de marzo de 2009

Los polémicos certámenes literarios

Una vez, un primo mío que tenía por entonces diez u once años y que también soñaba con ser escritor, me preguntó: “¿Qué hay que hacer para ganar un certamen literario?”
Yo me quedé pensando durante largos segundos antes de responderle. La pregunta no era tan sencilla como parecía. Podía decirle que si escribía un grandioso relato o una maravillosa novela, seguramente tendría muchas posibilidades de ganar. Pero esa no era la verdad. Hay concursos literarios muy legales, pero la mayoría están bajo sospecha. En su tiempo, indagué “in fraganti” por conocer cómo funcionaban estos certámenes, gracias a un autor amigo mío que había formado parte de ellos como jurado. Y me quedé de piedra con algunas de mis averiguaciones.
Supe que si eras familiar o amigo íntimo de algún miembro del jurado, estaba comprobado que te echaría un cable para que salieras ganador del concurso.
También descubrí que en un certamen literario no se leen todas las obras participantes. Ejemplo: si a un certamen mandan doscientos relatos, se leen sólo los cincuenta primeros en llegar, y de esos cincuenta saldrá el vencedor. Los ciento cincuenta relatos restantes, a la papelera.
Otro dato importante es el nombre del autor. Si eres alguien ya consagrado y que has ganado más de un premio literario, por muy mala que sea la obra con la que participes, siempre tendrás todas las papeletas para ganar ante otro autor que tenga mejor trabajo realizado y no se haya llevado nunca un premio, ni siquiera en la tómbola.
Tras cavilar en mis pensamientos, al final le respondí a mi primo pequeño: “Tú escribe un grandioso relato o una maravillosa novela y tendrás muchas posibilidades de ganar.”
En algo le mentí. Pero bueno, también se miente a los niños con los cuentos del Ratoncito Pérez y los Reyes Magos. La cuestión es no despojarles de sus sueños e ilusiones a tan temprana edad. Cuando sean mayores, ya se darán cuenta por sí mismos de la cruda realidad.

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