viernes, 29 de agosto de 2008

“Franky Sustitos”: Capítulo 3

- Sesión de cine interrumpida -


Aprovechando la media hora de recreo, Franky Sustitos y sus dos mejores amigos se colaron en el gimnasio, donde en esos momentos no había nadie. Tenían el televisor y el reproductor de video para ellos solos.
- ¡Ponlo ya! -, le susurró Súper Toño a Franky. - ¡Rápido, antes de que venga alguien!
Lalo TeQuiero cerró la puerta del gimnasio y bajó las persianas para que nadie del patio les viera allí dentro. Franky encendió el televisor y quiso introducir la cinta en el video, pero no pudo. Se resistía a entrar.
- ¿Qué ocurre? -, dijo nervioso Lalo.
- ¡La cinta no entra! -, dijo Franky, mientras intentaba meterla con todas sus fuerzas.
- ¡Espera!
Toño le quitó la cinta de las manos a Franky, encendió el reproductor de video, pulsó un botón y el video extrajo otra cinta que había dentro.
- Normal que no entrara la cinta -, dijo Súper Toño, como si acabara de realizar toda una proeza.
Dejaron la cinta que habían sacado del video a un lado y metieron la cinta de terror de Franky. Pero antes de que pudieran visionarla, escucharon a alguien detrás de la puerta. Alguien que se acercaba. ¡Don Ernesto, el profesor de Educación Física!
Rápidamente apagaron el televisor y los tres amigos se escondieron detrás de unas colchonetas.
- ¡Mi cinta! -, gritó Franky, al olvidarse con las prisas la cinta metida en el video.
- Shuuuuuhhhhh… ¡Calla! -, le ordenó Lalo TeQuiero. – En cuanto don Ernesto se vaya, cogemos la cinta y salimos pitando.
- Sí, será lo mejor -, corroboró Súper Toño. – Si nos encuentra aquí nos la vamos a cargar.
- ¡Callaros!
La puerta del gimnasio se abrió, y tras ella apareció don Ernesto. Y después de que don Ernesto entrara, entraron a su vez ¡treinta niños pertenecientes a una clase de Tercer Curso!
Los niños se sentaron en el suelo, de cara al profesor y al televisor.
- Bien, niños, continuemos viendo el video del deportista ejemplar, que no debe fumar ni beber ni…
- ¡Nos ha quitado diez minutos de recreo, jolín! - , protestó uno de los críos.
- La educación es lo primero, pequeñajo. ¡Y nada de jolín, o se lo diré a tu mamá!
El niño guardó silencio, de mala gana.
Don Ernesto encendió el televisor y se disponía a reproducir la cinta de video que había dentro, sin percatarse de la otra cinta que estaba fuera y ajeno al terrible contenido visual que estaba a punto de ofrecer a sus alumnos.


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